domingo, 20 de abril de 2008

Furtivismo organizado

Tras la operación Bambi, con doce detenidos, ahora la operación Cazorla, con siete, se les amontona el trabajo a los agentes de la Guardia Civil y del Seprona que montan sus dispositivos para capturar a las mafias del furtivismo organizado en España, en los últimos meses. Ya parece que nos hemos acostumbrado a las detenciones de un furtivillo allí y otro allá, casi constantemente, pero esto de las mafias ya es harina de otro costal. Los cazadores nunca podremos agradecer lo suficiente esta labor a los agentes de la autoridad.

Ya sabemos que el furtivo de hoy en día no actúa solo, ni por la carne, como antaño -que eran auténticos cazadores especializados en la caza ilegal para poder subsistir-. Ahora son mafias, perfectamente organizadas en busca de los mejores trofeos del país y con todos los medios técnicos de última generación para evadir la vigilancia de los agentes y la huida y detección de las piezas de caza.



Se trata, además, de un furtivismo "global", es decir nada localista, como el de antes, sino a nivel de todo el Estado.






Allá donde detectan el trofeo que busca su cliente -normalmente las mejores cabezas-, sea en Cataluña, sea en Andalucía, sea en Aragón, en Ciudad Real, en Avila o en Asturias, su radio de acción es total.

El cliente que acude a esas mafias también es distinto del carnicero de pueblo que buscaba hacerse con materia prima y vender chorizos, como antes. Este cliente es de dos tipos: uno que busca un trofeo excepcional -caso del lobo- pagando cantidades enormes, siempre inferiores a la compra de un precinto legal, pero, aún así elevadas, porque puede permitírselo; en definitiva, un tío que está forrao y es un caprichoso o un coleccionista, normalmente ya con experiencia cinegética; o bien se trata de un cazador nuevo, bastante neófito en esto, pero de economía suficiente y saneada, que pretende simplemente pagar menos que los demás y hacerse con trofeos del montón, corrientes, de todas las especies cinegéticas, pero a bajo precio. Un listillo, vamos, de eso que luego presumen en los círculos venatorios de haber matado no se cuantas medallas por cuatro perras, a base de untar a unos o cazar ilegalmente con otros; el típico fantasmilla.




En cualquier caso se trata de "cazadores" de guante blanco metidos en los ámbitos trofeístas y perseguidores de llenar la pared de cabezas sea como sea, que tienen mas o menos dinero, pero el suficiente como para gastarlo en matar bichos especiales o en cantidad en poco tiempo.




Es, por lo tanto, este ámbito y estos círculos donde hay que buscar a los clientes que, a su vez, pueden llevar hasta la empresa sumergida, mafiosa, que trafica con trofeos y su abate. Estos tipos no están precisamente en los bares de pueblo, sino en las armerías de ciudad y, concretamente, entre los demás cazadores que no ocultan su poderío económico.

Lamentablemente en estos tiempos que vivimos, donde el dinero es el que manda y condiciona el comportamiento de las personas y nuestra vida, las aficiones, la caza, en concreto, no quedan exentas de este condicionamiento. Desde que la caza es un negocio y así se promociona -erróneamente en mi opinión- han aparecido como las setas este tipo de empresas mafiosas, de tramas furtivas, por doquier. Porque, claro, negocio es este también, al fin y al cabo, solo que ilegal y oscuro, pero real, que da un servicio y satisface a esos dos tipos concretos de cliente que describo.

Los efectos de este furtivismo organizado son catastróficos dentro del sector, no solo porque encarecen la caza legal, incidiendo negativamente en la oferta que sale al mercado, -subiendo los precios- ya depauperada por su constante reducción de piezas valiosas y trofeos notables, sino que termina por ser un método más para, teniendo pasta, poder cazar lo que se le antoje al mas pintao, y ya sabemos que habiendo oferta de piezas de caza, aunque sea bajo cuerda, siempre habrá quién cáiga en esa tentación de hacerse con el trofeo siempre añorado o de completar la pared en poco tiempo, para presumir con los amigos. Tengamos en cuenta que un venao oro necesita entre ocho y diez años para hacerse; un macho montés del mismo metal, trece o catorce años, etc. etc., lo que significa que criar estos animales para que luego venga un listo y en una noche te los apañe por encargo, es un sacrificio tremendo que termina por disuadir al dueño de finca en hacer una inversión notable en ese tipo animal medallable, durante tanto tiempo, y, caso de emprenderla, el coste de esa pieza de caza se dispara por la cantidad de medios de protección que necesita por culpa de este furtivismo tecnológico organizado actual. En consecuencia, la oferta de estos buenos trofeos es reducida, cara, y, con industria del furtivismo a pleno rendimiento, lo será cada día mas.

Es por ello por lo que los cazadores legales estamos obligados (pero además, como vemos, nos interesa), a poner en claro y a disposición de los agentes la información de que dispongamos o llegue hasta nosotros sobre estas mafias.




Dejemos a un lado los amiguismos, la "buena vecindad" con el furtivo profesional, sospechoso o conocido, inmerso en estas tramas, el falso corporativismo, el individualismo pertinaz y abandonemos la admiración por ese trofeo que, sabemos positivamente, tiene un origen dudoso, mostrándo nuestro rechazo a su poseedor.




Debemos, entre todos, luchar contra esta lacra, colaborar con los agentes de la autoridad, con la guardería privada, etc. para erradicar este fenómeno que tanto daño nos hace a todos, no solo en las reservas públicas sino también a los cotos privados, para que unos cuantos golfos se pavoneen entre todos nosotros de sus supuestos "logros" y nos impidan, a los demás, cazadores dignos, acceder a esos animales a unos precios razonables. ¿Cuantos salones de trofeos, de esos magníficos, están repletos de animales procedentes del furtivismo organizado, conseguidos a golpe de talonario, sin límite?. Haberlos......................

Cordialmente,

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