jueves, 8 de mayo de 2008

La caza cercada

El cercado fue legislado por los romanos -gente preocupada por las normas para que su imperio no se fuera de las manos- como un método de proteger y señalizar la propiedad privada. Como no podía ser de otra forma este derecho fue incorporado al ordenamiento jurídico en nuestro Código Civil, inmediatamente, haciendo honor al origen de nuestra cultura. La cosa esta clara y nada que objetar al respecto.
En términos de derecho de caza, la cerca limita las fincas e impide, con su instalación, el paso para poder cazar en el terreno cercado, sea coto o terreno enclavado, ejecutando y haciendo valer, con ella, la decisión de su propietario de impedir este paso y restringir, además de administrativamente, físicamente el derecho a cazar a personas no autorizadas o ajenas a la propiedad concreta. Tampoco cabe dedicarle mas tiempo a este derecho porque esta claro, aunque, de su aplicación práctica, actualmente, ya se empiezan a vulnerar algunos conceptos cinegéticos, como veremos mas adelante.

En nuestro país llevamos en proceso de cercar los terrenos cinegéticos desde hace varias décadas. Fenómeno que comenzó en Andalucía, La Mancha y Extremadura, en sus inicios; comunidades pioneras en el cercado cinegético, no precisamente y solo por proteger esas propiedades, sino mas bien para poder disponer de las piezas de caza que se crían allí dentro, existentes previamente y manejarlas, de forma que se pudieran controlar de cara a poner en marcha la industria de la caza, en forma de manejo y gestión ganadera. Con ello, ya se empezó a sacarle punta al lápiz para difuminar -en negro antracita- el derecho de caza y a retorcer el principio de que la caza es "res nullius", dejándolo por los suelos; por cierto, concepto también con paternidad de los romanos, pero que ha pasado a mejor vida y nadie se atreve a derogar en la letra, porque canta mucho hacerlo rompiendo con esa herencia histórica y cultural.
En los primeros momentos, las que se cercaron, fueron fincas de renombre y de tradición cinegética de esas comunidades citadas, pero no precisamente aquellas de propiedad, capital o familias andaluzas, manchegas o extremeñas, sino mas bien de procedencia más, o mucho mas, al norte de la península que poseían y poseen esos terrenos y propiedades. Brillante idea, típicamente empresarial, propia de gente acostumbrada y vocacionada por los negocios, allí donde se pongan a tiro, que descubrieron que la caza cercada podía explotarse económicamente, sobretodo la caza mayor, naturalmente, pero también la menor. A estos empresarios, de aguda visión de futuro en crear fórmulas de ganar dinero, les importaba una higa el agro andaluz, manchego o extremeño y los cazadores locales, porque su única ligazón con esos territorios era la finca de papá, normalmente heredada o caída del cielo -nunca mejor dicho en algunos casos-.

El fenómeno invasor de la cerca se fue extendiendo desde los años 60 y 70, progresivamente y por contagio, como una mancha de aceite, de oeste a este y de sur a norte. Lo que empezó siendo un signo de poder, de independencia y de pertenencia a la alta sociedad, pasó a ser, además, una condición básica para que la finca se ponga en producción rentable, la cerca. Sin embargo de Madrid hacia arriba, por las características de división de la tierra en minifundios, -lejos del latifundio histórico del sur-, la cosa no prosperaba tanto ni tan deprisa, pero, además y mas importante que eso, por las condiciones climáticas, orográficas y biológicas, la cría de caza en corrales tampoco daba los índices de inversión-producción y rentabilidad prevista, necesarios, a la vista de la demanda, baja en aquellas épocas. El sur, por muchas razones técnicas, produce mas caza, eso es evidente y estadísticamente probado y notorio. Llegamos así hasta nuestros días, en los que si trazamos una línea horizontal por la sierra norte de Madrid, todavía hay relativamente pocas fincas cercadas, de esa línea hacia arriba; sin embargo, la inmensa mayoría lo están, de esa línea hacia el sur.


La cerca ha supuesto un auténtico vuelco en la caza, separando no solo los terrenos y propiedades, sino dos conceptos básicos de entender la caza: la social, de término municipal, de muchos cazadores de clase media o baja, de poco coste, propia y característica del norte peninsular, respecto a la caza-negocio, de propietario unipersonal, de alto nivel, cara, restringida, cercada, exclusiva y propia del sur, en términos generales. Ambas concepciones ligadas también y precisamente a la productividad distinta en caza, mas baja en el norte respecto al sur, citada anteriormente como causa, que llevó a estos iluminados a mercantilizar sus respectivos terrenos, que atesoraban esa riqueza cinegética autóctona y salvaje, poniendo cercas.

Esta división conceptual, además lo es también acerca de las formas de cazar: festiva, colorista, cerrada y jerarquizada (ojeos, monterías), en el sur; individual, sobria, abierta y social (al salto, en mano, en batida de pocos efectivos, con perro), en el norte. Naturalmente también, generalizando.
La cerca ha tenido consecuencias igualmente en la forma de legislar, en la contestación social de los no cazadores, en los conflictos por la caza, en la evolución del negocio cinegético y, desde luego, en la protección de los terrenos y de las especies cinegéticas y no cinegéticas, por no citar otros muchos aspectos. Hay, pues, dos mundos bien diferenciados en la caza de nuestro país, identificados por donde hay cercas y donde no las hay. La caza y los cazadores son diferentes; piensan y actúan, también diferente. Podríamos decir, sin riesgo a la exageración, que nació y sobrevive la "moderna cultura de la cerca", en la forma de enfocar y practicar la caza en España.







Pero en lo que mas influye la cerca, -como muy bien se hace notar en el conflicto actual provocado en Madrid, con los forestales, nada casual por cierto-, es en algo, aparentemente, obvio e intrascendente: es que, tras la cerca, nadie sabe lo que pasa y no estamos hablando de un pisito en Mostoles que hay que ponerle rejas para evitar la irrupción de los ladrones, no; se trata de extensiones rurales de cientos o miles de hectáreas, con impacto propio y en los colindantes, e incluso en comarcas o regiones completas, donde, necesariamente, se tiene que poder saber lo que ocurre, lo que se mete, lo que se saca, lo que se mata y lo que impacta alrededor. Los romanos no pretendieron crear islas, ni guetos, ni cárceles, ni paraísos ocultos cuando legislaron el cercado como forma de proteger la propiedad. La propiedad también estaba supeditada, como todo, al gran estado y poder de Roma, naturalmente. Estos romanos no sabían aquello de la Ley del embudo, mucho mas reciente en su creación.

No me voy a extender mas sobre las razones, los orígenes, los matices, las excepciones -que confirman la regla- y las consecuencias, porque sería abrir debates específicos de cada tema y la cosa sería interminable. Me basta con dejar claro que la cerca cambia la caza y cambia al cazador, no solo protege la propiedad, que es y debería ser su única razón "legal" de existir. Esto es un hecho, lamentable, pero cierto y demostrable.

Adelantaré, antes de seguir, claramente, mi oposición frontal a las cercas en su configuración legal, administrativa, finalista y territorial actual. Son un cancer para la caza y lo que hace posible la existencia de los facilitadores, promotores, desarrolladores y negociantes de la caza de mentira.

Las leyes del mercado son inexorables desde que algo se pone en valor y produce beneficios. Nadie puede abstraerse de ello, ni luchar contra esas leyes. Los políticos, siempre bajo la presión insufrible de todos los anteriores, ceden y dan su brazo a torcer a favor del mercado cinegético porque ven un filón donde colgarse medallas de todo tipo ante el votante local, bajo la idea maquillada y bien vestida de la creación de puestos de trabajo. En esto no hay partidismo, todos bailan al mismo son musical, según les toca gobernar.

La cerca es la base, luego viene el desarrollo del asunto. Hace poco tiempo en la Comunidad de Madrid se legalizaron los cotos comerciales, espacios donde cazar, aunque sean reducidos; protegidos, obviamente, por la cerca y claro, como en ellos pasan cosas no muy ortodoxas que digamos, porque para ponerlos en el mercado, tienen que pasar, desde un punto de vista conservacionista, lo mejor es que no entren los agentes, -impone, su insigne legisladora. Es algo así como hacer una Ley de Impuestos para impedir al inspector de hacienda revisar las cuentas corrientes de unos cuantos privilegiados. Algo pasa, por lo tanto, tras la cerca.

En las demás comunidades del sur, llevan el mismo camino desde hace tiempo, la promoción del coto comercial, es decir del recinto cerrado con licencia para matar lo que se tercie. Es una forma de dar respuesta a la demanda de caza-industrial o ganadera, con la excusa de satisfacer al cliente cazador (?) de bote y corral, creando empleo, así de simple y burdo es el argumento. Naturalmente donde ya hay cercas a porrillo -y la caza salvaje a base de sobreexplotación y malas prácticas ha desaparecido-, hacer un coto comercial o el bien llamado "escenario de caza" andaluz, es fácil y estos proliferan en proporciones geométricas, siempre que este bien cercado, claro. Llegará el día donde sean mas estos que aquellos, si no ha llegado ya, porque el negocio funciona. Pero en el norte de la línea geográfica imaginaria citada, la cosa sigue difícil; hay ya fincas cercadas, naturalmente, pero, antes de seguir con el proceso, Castilla-León se ocupó hace bien poco de legislar el minicoto, de pocas hectáreas, tratando de favorecer su implantación; las bases legales ya están puestas en la misma dirección. "Todo a su tiempo", es una máxima táctica empresarial irreductible, que juega con la memoria, socava cualquier mente distraída y cualquier valor por muy fuertemente arraigado que se posea. La cerca ya esta en marcha mas al norte y ahora le toca el turno a Galicia. Véase el mapa de España y se puede comprobar la extensión secuencial de este proceso y, de nuevo, en dirección de oeste a este. Nada, nada, una casualidad geográfica.

Lo que nadie destaca, todo el mundo silencia interesadamente y queda en el olvido es que estas explotaciones pseudocinegéticas tendrían una media justificación -que no un sentido- en terrenos donde el campo cercado produzca algo, porque tiene condiciones extraordinarias para ello, impactando en el entorno, pero de una forma soportable, con muchos controles, -como ocurre en el sur-, porque el medio es propicio desde siempre para que se críe la caza abundante, dentro y fuera de la cerca. Pero en terrenos donde conseguir esto es dudoso y difícil desde siempre, no favorables para el desarrollo de especies salvajes por las características del terreno y, desde luego, siempre en numero cuantitativamente menor que en zonas del sur, ¿como es posible que se pueda justificar un producto y una explotación cinegética. Si el campo no favorece la salvaje, como va a favorecer la de bote?. Es como querer favorecer la producción de tulipanes en el Sahara o de higos chumbos en Suecia. No se lo cree ni el que lo ha parido y, además, es aberrante. Lo que me lleva a pensar que esta ley gallega no es mas que un método de introducir la cerca en aquellos montes, a sabiendas de que la excusa del negocio comercial de bote no es viable, pero una vez colocadas, legalizadas, etc. so pretexto del coto o tecor comercial, a ver quién es el que las demanda por inútiles para el fin que fueron instaladas y le permiten arrancarlas. De eso nada. Hala, ya tenemos el corral montado y generalizado, aceptado legalmente y socialmente; pero, además, rotos los arraigos, las tradiciones y los vínculos, -que es de los que se trata-.......y, cuando le toque el turno de gobernar a los otros, los de enfrente, luego ya que no entren forestales, que esta todo perfecto y el círculo, con su cerca, se ha cerrado. Pero mire Vd. por donde es que ya no se produce caza, ni nada que se le parezca, porque no es rentable, pero la cerca sigue ahí, la finca resultante, queda para solaz y disfrute venatorio y privado de sus promotores, aunque no produzca dinero, pero si "habemus condado y marquesado" para que cace el Sr. Conde, (ahora ejecutivo de Banca o directivo de multinacional), olvidados y bien amortizados los becaceros, monteros y batidores del pueblo, sabuesos incluidos. Estos de la Xunta no se enteran, claro, es que no tienen experiencia en cómo feudalizar un territorio en materia de caza. Va a ser eso.

Hasta hace bien poco pensar y recordar el paisaje gallego era sinónimo de de salvajismo en sus montes, libres totalmente de cercados cinegéticos y con caza de verdad, mucha o poca, pero auténtica donde sobreviven especies emblemáticas de Iberia: el lobo, el oso, el urogallo, el rebeco, etc. libremente. La concepción e idiosincrasia personal y grupal de la caza en el norte parecía que iba a resistir los embates de la cerca -algunos ya advertimos en debates sobre ello nuestras dudas, hace algunos años; sufridores previos en nuestras propias carnes del azote de alambreras por doquier en nuestra Mancha-. Esa caza en grupo, esa batida norteña con sabuesos parecía inatacable e incorruptible, manteniendo esas tradiciones a ultranza. Pues bien, la Xunta va a dar el paso también, de dejar abierta la puerta en su territorio a la cerca cinegética, a la mas burda cerrajería y al poste galvanizado, para cerrarlo y, con ello, legalizar el "Tecor comercial", es decir, la caza falsa a lo gallego. Lo cual, entre otras cosas demuestra que los debates entre cazadores norte-sur son una auténtica tontería y una perdida de tiempo; los intentos de diferenciación, entre cazadores, son banales, Los nacionalismos venatorios dan pena, por no decir risa, -a la vista de este proceso- y además sospechósamente maquiavélicos a favor de la endogamia. La caza es universal, única en su concepción, no tiene fronteras, principio que a los gobernantes de ahora les repele y, por eso, están acabando con ella. Mientras tanto, el negocio cinegético no pierde el tiempo en tales filosofías, puede con el mas recio y si hay minifundios, se juntan lindes; si hay muchos cazadores acostumbrados a pagar poco, se encarece el producto o se divide el terreno, disponible y derivado después, en muchos cotos, donde antes había uno; si no hay caza, se pinta, se trae, se cría y se suelta; si hay tradiciones, se olvidan; si hay........lo que halla, se acaba. No hay límites para la pseudocaza, entendida como método de ganar dinero fácil y la cerca es la llave del tinglado, no para proteger propiedades, sino para ganar dinero a espuertas y favorecer la exclusión y el desarraigo.

En mi opinión, ahora también en Galicia, estamos ante el mayor atentado contra la caza y los cazadores de los últimos tiempos, validando y haciendo irreversible el avance de un cancer ya incurable en otras zonas y poniendole puertas al campo con las cercas invasoras que ocupan ya con su sello una parte mas de territorio salvaje de esta tan maltratada piel de toro, antes venatoria, ahora corrompida por las cercas.





¿Todavía queda algún cazador que no se haya dado cuenta de que la cerca es la clave para acabar con su caza y sustituirle en el derecho a cazar por otros, con mas dinero?:En el sur, no creo, pero en el norte, que se vayan enterando de una vez y para siempre, empezando por poner en remojo sus barbas, cosa que no han hecho a su tiempo. Otros sucumbieron, antes, a la cerca invasora y maldita. También eran cazadores y también querían a su tierra.

Cordialmente,

P.D.1:Mis mejores deseos a UNITEGA, para que los cazadores gallegos se organicen y den un ejemplo, no solo de arrestos, sino de visión auténtica en su lucha contra la cerca anticaza y el negocio cinegético que amenaza con acabar con sus rubias y sus pardas; con su xabarín, con sus corzos, con sus fragas. A ver si ellos son capaces ya que otros no hemos sabido hacerlo. No es una lucha contra esa ley, contra su letra, mas o menos desacertada o inconsecuente, sino una auténtica conflagración, la que necesitamos, contra la filosofía de fondo, la "cultura de la cerca", nefasta para los cazadores.

2-10-07




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