jueves, 8 de mayo de 2008

"La de los ojos negros"

Esta media-veda estoy tirando a las torcaces con una "vieja" paralela del cal.16 fabricada en 1973, que he adquirido no hace mucho. Estoy encantado con ella; hay que ver cómo afina y cómo baja esas pavas en las nubes con sus 28 gramejos. No es que yo sea un portento tirándo pero tengo que decir que se me han ido las mismas que se me van con las demás escopetas del 12, o alguna menos. Una Sarasqueta restaurada, -de la que omitiré sus apellidos para no pecar de presumido-, que no estaba mal de precio y que costó un triunfo encontrar, a base de visitar varias armerías de la Capital y aledaños; no había forma de encontrarla en ese calibre. Fue uno de mis sueños cumplidos, que es una forma o expresión -un poco cursi, por cierto- de justificar al auténtico obseso de las "paralelas" que llevo dentro, qué se le va a hacer.
Digo paralelas, porque me cuesta llamarlas "yuxtapuestas", que reconozco puede ser un término mas técnico y académico, acuñado en los últimos tiempos, ajustado a su fisonomía, pero, perdónenme Vds., para mis adentros y mi bagaje cazador, una paralela no es una yuxtapuesta, es eso: UNA PARALELA, "la mocha", "la de los ojos negros"..............................................................



Procuraré en estas letras evitar entrar en la polémica, ni siquiera despertarla, sobre cual es la escopeta mejor para la caza, porque es obvio que cada uno tiene sus preferencias, por muchísimas razones físicas, mentales, hasta cronológicas, culturales y demás. Formas de ver y sentir la caza que dibujan, a su vez, un tipo concreto de cazador diferente. Sencillamente quiero hacer esta reflexión, la mía, por destacar un aspecto en la elección del arma de caza, escopeta en este caso, que, a mi entender, va íntimamente ligada a un tipo cazador concreto, ni mejor ni peor, naturalmente. Me refiero, no a la eficacia y otros aspectos funcionales o mas prácticos, sino a la percepción sensorial que obtenemos cuando nos hacemos acompañar por un arma determinada, en nuestro ejercicio venatorio, portándola entre las manos que, siendo diferente a otras, causa sensaciones distintas.


Es, indudablemente, el tacto de la escopeta uno de los sentires mas importantes y perceptibles, cuando cazamos. La escopeta nos debe transmitir, básica y constantemente, seguridad, adaptación al método de caza, dominio de las situaciones y evaluación acertada de la posibilidad de cazar tal o cual animal al que pretendemos dar caza.

Cazar es un compendio de estímulos que nuestro sentidos reciben, procedentes del exterior; de todo aquello que rodea al ejercicio cinegético. Las armas empleadas, la escopeta en este caso, forman parte, o vehículo mejor dicho, de algunos de esos estímulos; de una sensación agradable, íntima; diría que, en ocasiones hasta afectiva, por lo que de vínculo sentimental nos aporta, en ocasiones.
En mi caso, la paralela me transmite artesanía, belleza sutil, sabor a caza, bodegón al oleo, caza salvaje, vejez, aventura, proceder heredado, adaptación, resistencia, especialidad frente a la polivalencia, pero sobretodo es una herramienta útil en manos de su propietario para CAZAR con mayúsculas. No es -en general- una escopeta de tiro deportivo, ni lo es para disparar mil veces en un solo día, ni se adapta a cualquier cazador que la apriete contra su mejilla. La paralela tiene un tipo de cazador concreto que sabe apreciar la plasticidad, la belleza del lance, -aunque sea solo uno o ninguno-; que busca la dificultad en su ejecución, no la ventaja, ni la potencia de fuego como recurso de superioridad sobre la pieza; que entiende la caza como un reto frente al ser vivo cazable, dándole una oportunidad mas, reflejada en su herramienta, de evasión equilibrada, proporcionada y obligatoria, porque su arma así lo impone. Un cazador que huye de las cifras, de los records, de las canchas y de las montoneras. Diría, un cazador que procura encontrarse a si mismo cada vez que se echa la paralela a la cara, porque sabe de su limitación, de que lleva un instrumento donde hay que poner todo el conocimiento y la concentración en el tiro, en su máxima expresión, porque la escopeta no te va a regalar nada y mucho menos efecto milagroso alguno. Todo ello frente al resto de escopetas (con sus cargas) mas modernas, multiusos, multitodo y ultratodo, polivalentes, materiales a la carta, de diseño y que bajo esa apariencia funcional encierran una capacidad de abatir, en mi opinión, un punto mas allá de la que sería justa, derivada y en función de la particular destreza de cada sujeto; y no me refiero, solo al tercer tiro de las semis, que es lo menos relevante, casi siempre por inútil.

La paralela no sorprende con hazañas, ni tiros inverosímiles, tras el cámbio de boquilla; se pone a tu altura sin superarte, da lo que tiene y ya está. Lo demás es cosa del cazador.
Ya se ya, que el campo visual se reduce, que solo son dos tiros, que las cargas de plomo están limitadas, que el encare no es siempre perfecto, que en modalidades concretas la potencia de fuego es también limitada, caso de la caza estática, al paso, -aunque si lo que llevamos es una pareja de paralelas de ojeo, ya hablamos de otra galaxia-. Pero es que todo eso al cazador de paralela no le importa, le atrae mas la medida justa de lo que lleva, que lo que consigue con ello, porque abatir mas y mejor deja de ser su finalidad principal. Este tipo de cazador no esta dispuesto a todo, sin embargo está "preparado" para todo, es decir, en su mente, sabedor de la limitación, conoce su terreno de juego y a el se adapta sin complejos de número, de choques, de gramos, ni de records.


Reconozco que en tecnicismos y adaptabilidad pierde la paralela, pero ¿y el resto de cualidades y mensajes que nos manda y que perciben los sentidos?, -si es que queremos poseer ese tesoro intimo y personal, cazando- que es lo que estoy planteando aquí y ahora. La caza, repito, es sobretodo una percepción sensorial especial, que, entre muchas otras, una escopeta paralela transmite; siempre nos dice algo que, además, tiene un plus: es herencia acumulada de quienes, sin tanta tecnología, pero con sus manos, fueron capaces de ofrecer poder cazar, en su tiempo, aquella especialísima caza. Ahora también la paralela es capaz de dar de si, con esta, la caza de ahora y con nota destacable.

Desde luego no afirmo mi desprecio a las demás escopetas, semis y superpuestas, porque, aficionado a las armas de caza, también me atrae contemplarlas. Hacen su trabajo a la perfección y, a veces, mucho mejor de lo que estaba previsto al efectuar su compra, pero, últimamente, -ahora que esta de moda la calidad, lo auténtico y lo tradicional- vengo observando, como característica, curiosa y anecdótica, la llegada de ese cazador inexperto que, de inmediato, nada mas empezar a cazar, desde el principio, se tira a las repetidoras, le envuelven, le convencen; enseguida aprende rápido a manejarla, es sencillo, se le adapta como un guante, se entusiasma con su acierto y con sus números, pero, un buen día, una paralela se cruza en su camino y, creyéndose dominador de la técnica, fracasa, le descubre, le deja en evidencia sus carencias en el tiro y falta de aprendizaje. Tras ese sorprendente (para ellos) trance, conozco bastantes casos de cazadores, de ahora, que han descubierto las paralelas muy tarde, tras pontificar a los cuatro vientos las ventajas de las otras, hasta que, una vez han cazado con ellas, reconociendo ese arma como algo valioso y exacto para la caza menor, se han vuelto auténticos fundamentalistas de la paralela, aunque, en realidad habría que decir que, a lo que, en realidad, se han convertido es al equilibrio, al oficio y a la proporcionalidad en la caza. Han descubierto el mensaje que esa escopeta transmite, lo han sabido interpretar y les satisface tocarlo, escucharlo y sentirlo. "La escopeta paralela te elije".

Me atrevería a decir que no esta mal que el cazador moderno empiece a cazar con las otras escopetas, porque así van a apreciar una paralela mucho mas, cuando se cambien. Porque, para cazar, con seguridad que, antes o después, lo harán y empezarán de nuevo el camino, esta vez para no volver a cambiar.

Para finalizar estas líneas, un apoyo y una crítica arriesgada para la reflexión conjunta y el debate conceptual, en su caso:

Todo mi agradecimiento a los artesanos armeros vascos por las joyas que han sabido ofrecernos, en forma de escopetas paralelas. Mi ánimo a los jóvenes que aprenden en sus talleres esos oficios difíciles y de largo aprendizaje; que sepan que esto no se va a acabar, aunque, desgraciadamente, esa armas que ellos van a fabricar sean para los americanos (los de fuera, como siempre, dándonos lecciones). No me explico como ha sido posible que los cazadores españoles, muchos, pero en especial los del norte, se hayan dejado llevar por la manufactura en serie y los materiales baratos; por la multifuncionalidad. No me encaja en sus principios de apego a lo propio, tan sutiles, referidos a otros temas.

Cada vez que veo a un abuelete del norte, codornicero de pro, portando una semiautomática italiana, capaz de disparar tres tiros de 50 gramos de décima, a la pobre codorniz, o, en otro escenario distinto, contemplo al andaluz dirigirse hacia el puesto de zorzales con el mismo herramental, me pregunto ¿este buen hombre, se habrá enterado de algo?.

La imagen de un cazador con su paralela en las manos es la de la caza menor en si misma; lo demás son:....."territorios conquistados".

A partir de ahí, ya se sabe, lo habitual, aquello de que lo importantes es el indio no la flecha; ......para gustos, los colores,...... el progreso,.... bla, bla, bla........, pero en la caza menor: "Paralelas para siempre".




Cordialmente,11-9-07




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