lunes, 19 de mayo de 2008

"Señores de la Caza"

Ya comprendo que meterse en estos berenjenales de escribir sobre valores personales en la caza es un ejercicio de audacia casi imperdonable, en los tiempos que corren. Es mas, puede hasta ocurrir que se vea con malos ojos mencionar determinadas virtudes propias de seres humanos civilizados, ahora, en plena crisis, destrucción, erosión y ninguneo de los valores individuales, que sufre el hombre moderno. Sin embargo lo haré aunque me quede más solo que “la una” y levante ciertas pasiones negativas o críticas por estar un poco pasado de moda. Si, es verdad, puede que lo esté, pero espero que esto que voy a plantear como problema de los cazadores actuales sea eso solo, una simple moda pasajera.

Es curioso que halla gente en debates, tertulias, foros, etc. que pretenda pontificar entre los cazadores y hacer válidos sus argumentos, con un estilo, digamos, poco agradable y, desde luego, claramente inaceptable, para nadie que tenga un mínimo de dignidad. Frases y palabras malsonantes, agresivas, etc., intentan llenar todo el espacio, como si eso fuera lo normal entre la gente, entre los cazadores como signo o característica de este colectivo. Pues no, no lo es y nunca lo ha sido. Actitudes de chulería, prepotencia, competitividad sin reglas, encasillamiento del otro, desprecio al supuestamente inferior, etc.

El cazador siempre ha hecho gala de señorío, tal vez como recurso o seña de identidad diferente. Consecuencia o resorte necesario, seguramente por lo minoritario de nuestra actividad, es posible, pero así ha sido siempre. Ahora ya no.


Estas mismas gentes, paradojicamente, abogan porque se hagan campañas de imagen a favor de la caza, a favor del cazador y le enseñemos la cara amable a la sociedad, para demostrar lo éticos y buena gente que somos. Clara y grave contradicción porque aquel que presume y se muestra como un demócrata dialogante, sencillamente, no puede ser un violento maleducado, sin principios, que se cree superior a los demas por ser cazador, al contrario, debe mostrarse abierto y receptivo ante las opiniones divergentes o críticas que se le vengan encima.
"El Señorío es la antítesis de la endogamia"

Nos rasgamos las vestiduras y nos quejamos de que la sociedad no cazadora nos critica fuertemente y porque estamos ya acorralados por ella. Sin embargo no cuidamos las formas de comportamiento personal, no cuidamos nuestro estilo. Las reuniones, las asambleas de cazadores, las propias cacerías colectivas están plagadas de impresentables, agitadores y fantoches que alardean de tal o cual virtud que, evidentemente, no poseen y resaltan con desprecio las carencias ajenas, que ellos mismos desconocen; todos ellos son buenos ejemplos de espacios y momentos venatorios donde ocurre lo que estoy diciendo. Todos lo sabemos.

Es como si algunos creyeran que el ámbito grupal o social de lo cinegético, de los cazadores, es un coto privado de "machotes", prepotentes donde refugiarse, que no solo les permite descuidar sus formas, sino, además, usar este estilo agresivo, para aparecer como eruditos, sabios o estrategas, a base de callar las bocas del resto mediante la agresividad injustificada.

Difícilmente, vamos a mejorar nuestra imagen, fuera, si no nos esforzamos en hacerlo, dentro. Necesitamos otras formas y otros estilos de convivencia en los entornos venatorios, de mucho mas señorío y riqueza personal del que, desgraciadamente, se muestra y demuestra hoy en día en la caza.

Recuerdo mis comienzos de aprendiz de cazador. Las cuadrillas de cazadores de antaño en las que yo era un chaval nuevo y todos aquellos hombres tenían unas formas hacia el otro, absolutamente respetuosas y caballerosas. Las buenas formas no eran patrimonio de los catedráticos, ni de los titulados superiores, ni de los dueños de fincas, ni de la autoridad competente, ni de los pastores, ni de los labradores. Era patrimonio de todos, y, el cazador, un buen ejemplo de ello, ante y junto a los demás. Contaría mil anécdotas de cómo un cazador, desconocido en un pueblo, aldea o cortijo era capaz, a base de amabilidad, respeto y buenas formas, de congeniar con los vecinos, que acababa de conocer, en muy poco tiempo. Eso si, con un estilo abierto, integrador, generoso, colaborador y sin menospreciar a nadie y mucho menos a sus vidas.

Reconozco que a mi no me tocó la época de “Los Santos Inocentes”, en pleno apogeo, sino unas décadas posteriores, donde las relaciones humanas ya eran eso mas humanas, por aproximación, reducción del número de escalones y ampliación de la anchura de la pirámide social del país. En la caza también empezaron a serlo. Se notaba esa consideración como pauta a cada momento y en cada lugar donde te encontrabas. Se podía presumir de ser cazador porque se actuaba con señorío hacia dentro y hacia fuera.

Si había que reírse, en la cuadrilla, ironizar, exagerar, gastar bromas o faenas, que de todo había, claro, se hacía y si había que lamentarse, también, pero siempre en un tono y sobre todo, un fondo agradable, constructivo, de apoyo y de buenas formas. Recuerdo el esfuerzo que hacían en que yo mismo no me diera cuenta de que era un novato. Pura amabilidad. Me trataban como si fuera un maduro y todos -yo mas, naturalmente- sabíamos que no lo era. Todos éramos iguales y aseguro que muchos de ellos, por nivel social, dinero, propiedades, prestigio y un montón de cosas más, si hubieran sido prepotentes en cualquiera de estas circunstancias personales que poseían, -al mas puro estilo "siglo XXI"- no me hubieran dirigido ni la mirada y mucho menos la palabra. Recuerdo que, siendo niño, llegué a estar en un ojeo de perdices y ver aquello de que los ojeadores en la parada para comer, lo hacían en el suelo, aparte y a distancia de las escopetas. Muy poco tiempo después, dos o tres años, aquello no volví a verlo en la misma finca, afortunadamente, al menos en los ojeos que yo participé, claro. Ahora no sé donde comerán porque no soy asiduo de los ojeos, pero me temo lo peor.

La gente no cazadora de entonces, de campo o de ciudad, apreciaba esa caballerosidad y buen estilo del cazador. Los cazadores eran auténticos señores en el campo, dejando a un lado su clase y, caso de dar alguna clase, se daba de caballerosidad y señorío, aproximandose a todos y a cada uno de los demás mortales, exhibiendo estos valores, sin reparo.

Estoy convencido que desde aquel entonces, las cosas han cambiado y mucho. El comportamiento de los hombres en general, ha cambiado. El respeto es “rara avis”, en casi todo. Cuando precisamente en tiempos de democracia las relaciones humanas deberían ser mucho mas próximas entre todos los ciudadanos, resulta que las distancias se hacen enormes, sin motivo, casi insalvables.
La masificación trae consigo la relajación de costumbres y los métodos de ajuste de comportamientos entre personas fallan estrepitosamente, derivando en malas formas.

Si yo fuera ecologista, entrara en un círculo o ámbito de cazadores y viera las formas que se emplean, entre nosotros, verdaderamente, estaría primero sorprendido y, después, contento, frotándome las manos de placer, porque damos una impresión de gente gratuitamente individualista, confrontada por cosas intangibles y discutiendo el “sexo de los ángeles” y, lo peor, disputándonos quien es el mas sabio, mas alto, mas listo, mas ético, mas elegante, y “el que la tiene mas larga”, etc…., además de supercazador, a base de mamporros y garrotazos verbales, que damos pena, la verdad. Demos una vuelta por una armería cualquiera, por ejemplo, raro será no toparnos con el campeón de mundo de tiro al nosequé o mataguarros en espera de toda la vida, mirándote de arriba a abajo, desde su torre de cartón, dando clases a los pobres mortales que tengan la desgracia de coincidir con el supuesto campeón (?) en ese lugar.

Si algún día se consigue esa campaña de imagen que algunos pretenden y defienden como la solución de todos nuestros males, tendrán que cambiar y mucho, su estilo y sus formas e inducir en nosotros, los cazadores, un cambio sustancial de comportamiento, porque, en caso contrario, la campaña se notará que es eso, de imagen y solo de imagen. Si no respetamos las formas, empleando un estilo limpio y señorial, entre nosotros, ¿de que vamos a convencer, a quién? . Grave contradicción quién presume del respeto a la pieza de caza, a la naturaleza, al lance bien ejecutado y equilibrado; de nuestra racionalidad de cazadores, de nuestra ayuda a la sostenibilidad, a la conservación, a la pureza de algunas, nuestras modalidades éticas y estéticas, y un etcétera muy largo y, a la primera de cambio, nos falta el respeto, a nosotros, sus colegas de afición, los cazadores, como norma y estilo de comportamiento.

No quiero poner mas ejemplos porque son multitud, pero baste recordar el simple escenario de una asamblea de socios del coto; la multitud de estafas que padecemos en manos de traficantes de cacerías de las que se mofa el delincuente; la falta total de ética en las transacciones comerciales, bajo cuerda, que se realizan a sabiendas de que son un fracaso total; la indisciplina como bandera en las cacerías colectivas. En fin......: en pleno mercadeo y crisis de los valores, hemos perdido hasta las formas, o, tal vez, ¿hemos perdido las formas por culpa del mercadeo y la masificación de la caza?.

Con esta reflexión pretendo llamar la atención en este aspecto, haciendo una humilde aportación, recordando estos "pequeños" aspectos y abrir los ojos de los que piensen que, entre nosotros, los cazadores todo vale; esto es la selva, con tal de ser mas que el otro. Por ahí no vamos a ninguna parte.

Propongo destacar y reconocer a aquellos que, realmente, enseñen no solo cosas de caza, sino modales, al resto, que sean un ejemplo a seguir de comportamiento correcto y señorial. Es mas, deberíamos adoptar, de una vez y como propia, la obligación de tener un estilo respetuoso, agradable y, especialmente amable, tratándonos entre cazadores, iguales que uno mismo, como norma dialéctica, objetivo a alcanzar y motivo de orgullo entre todos. De eso si deberíamos poder presumir.

Ya se que somos latinos, tenemos sangre en las venas, pero francamente cuando veo esas imágenes de cacerías en países europeos, donde acuden españoles, que son tratados con ese señorío, que ellos mismos corresponden -con esfuerzo o sin él- hacia el extranjero y luego veo a esos mismos, en nuestro país, haciendo el cafre, sencillamente no lo entiendo. Parece que en casa podemos, estamos autorizados y queda hasta bien, dar patadas en las espinillas a cualquiera y, si no vas asi por la vida cinegética, es que no te enteras de nada y no vas a la última de "yo soy mas que nadie".

El famoso debate, tan viejo como el hombre, entre ¿que es mas importante el fondo o la forma de las cosas?, viene a cuento, aquí y ahora. Los que pretenden tener razones y, a la postre, razón en los debates cinegéticos, quedan desautorizados con el empleo de formas inadmisibles. Es mas, precisamente si alguien cree estar en posesión de la razón y presumir de elevada intelectualidad, en cualquier momento de relación humana, debería saber que utilizar formas especialmente agradables, adorna el fondo, sus razones, hasta convertirlas tal vez en verdades sólidas. A menos que, los que actúan al margen de las formas respetuosas, en el fondo, les importe un bledo el debate y por tanto, dicho fondo, que es lo importante. Profundizar en este error de carencia de señorío, es hacer mas impermeable, e impenetrable aun, el gueto en el que nos quieren encerrar a los cazadores desde fuera, añadiendo el aislamiento -la endogamia sin valores- al sello habitual de carnicero, escopetero, etc.. Yo, desde luego, no quiero estar encerrado en ninguno de esos círculos.

En fin, cosas de los cazadores. También en esto hemos perdido y debemos recuperar terreno. Deberíamos ser, mas que cazadores "los señores de la caza".

Cordialmente,

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